martes, 5 de febrero de 2013

Confesiones Nocturnas parte 14: Que me está costando.



¿Y no la echas de menos?

Pues claro, joder.
Llegar a conocer a una persona- o, al menos, creer que la conoces- es algo demasiado bonito. Y que dicha persona te conozca te produce una sensación tan cómoda, como si no importase si te están jodiendo por un lado o por otro, porque tienes un hombro donde apoyarte y entonces da igual todo lo demás.


Pero las cosas pasan y los teléfonos dejan de sonar. Ningún mensaje llega, ni tampoco un gesto de me importas todavía aunque no te diga nada. 

La culpa es nuestra, por callarnos cuando debimos hablar y decidir que el mejor momento para soltarlo todo era, en realidad, el peor.
Y eso de perdernos a nuestros novios, no saber si te dolió o no, o si he vuelto a verle de nuevo; eso es lo puto peor. Pasar de serlo casi todo, a no ser.

Pero la gente se recupera, se rehace. Supongo...
Aunque no sea fácil, y aunque no pueda contarle mis cosas a nadie, por lo menos hasta que conozca a alguien con quien contar.


No hay una canción que fuese 'nuestra', ni siquiera un libro que ambas leyésemos. Nada de ese tipo de gilipolleces.
Pero los recuerdos se quedan para siempre. Y lo peor es que han sido todos bonitos, al fin y al cabo.

Tantas cosas que me gustaría decirte, como por ejemplo que todavía quiero que todo te vaya bien, que él de el paso y que, joder, que merezca la pena todo ese tiempo frente al ordenador y viendo películas extrañas. Que yo qué sé, que la otra se deje de gilipolleces y pare de acosaros. Que tú de verdad que vales demasiado. Y que no deberías sentirte inútil por suspender un examen porque has demostrado que eres muy inteligente y que, si quieres, puedes, incluso con esos suspensos en tu historial.
Que ojalá seas feliz, que pases de los que te hacen daño y que corras, que corras hasta que las piernas te empiecen a fallar porque será ahí cuando todo se vaya y sólo se quede una sensación de libertad y bienestar. Que seas libre, pase lo que pase y a pesar de lo que la gente quiera decirte, que te lo mereces, coño.
Que también espero que hagas lo que tenías pensado, eso de los conciertos y los viajes en coche durante un fin de semana, aunque yo no sea la que vaya hablando sin parar en el asiento del copiloto.
 Que lo hagas todo, y que de todo aprendas algo bonito. De verdad.


Sin reproches. Que ambas tenemos mil cosas que echarnos en cara pero que las dos las conocemos sin la necesidad de contarlas.

Incluso me está costando escribirlo porque voy a ciegas sin saber los motivos de este silencio y puede que la cague aún más. Aunque eso ya no importa, supongo.
Pero quién sabe... Quizás dentro de unos años, en una calle de Madrid, en esa librería que tanto buscamos...


A.

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