viernes, 1 de febrero de 2013

Que somos música.

Que tú me inspiras y que yo te ayudo. Que nadie te dijo que eras bueno, pero que yo te susurro que no he conocido a nadie mejor.
Que ese sudor es tan tuyo como mío, que no nos pertenecemos pero que nos necesitamos, que lo único que nos puede separar es una goma, porque estamos juntos todo el rato, aunque estemos lejos.
Que en realidad nunca estemos lejos porque no se puede estar lejos de uno mismo.
Coge aire que hoy quiero quererte. Yo salto y tú me coges, y que yo no tengo fuerzas pero no lo dudes: voy a levantarte cada vez que vea que tropiezas.
Que no tenemos nada, pero que tampoco nos hace falta.

Tú tumbado y yo mirándote por el objetivo mientras el clic de la foto suena, así te pienso siempre. Eres una foto.
Que los momentos  vividos no han sido siempre buenos, pero que nosotros no miramos atrás.
Que somos poesía si un poeta nos observa, y prosa si alguien quiere una novela. Que el teatro ya lo hacemos nosotros. Un drama con más sonrisas que lágrimas, al fin y al cabo; una comedia que no todos pueden entender.

Él te preguntará el por qué yo y ellos me mirarán sin entender que por qué contigo sí y con nadie más antes. Pero no hace falta respuesta, amor. Tú sonríe. Sonríe y adelante, ¿recuerdas?

Que yo pongo el disco y que tú eliges la canción. Y que aunque no te des cuenta, aunque haya sido por un azar tonto, esa canción sonaba en ese Lunes o en esa noche.
Que tus suspiros y los míos son esa canción.

Que sólo tú me has sentido porque los demás simplemente me tocaban, y que sólo yo conozco esa sensación porque nunca antes habías besado de verdad.

Porque fumar un cigarro puede ser melancólico pero si lo fumamos a medias, pasándolo de tus labios a mi carmín, es la historia de amor más bonita que cualquier cigarro pueda contar.
Y eso que los cigarros en  historias de amor son expertos.

Que yo te he salvado de ese mundo y que tú me has sacado de aquella mierda.

Que cuando yo lloro, tus ojos se oscurecen de miedo, de angustia.

Que cuando tus ojos muestran tristeza, yo lloro aunque no te lo enseñe.

Que sabiendo lo que sabes, y conociéndote como lo hago, ahí vamos. De la mano. Demostrando que las personas no se recuperan del todo de todo, pero que se recuperan. Que eso es lo que importa.

Que sé que has estado ahí todo el tiempo, que cuando yo me compré mi primera falda, tú marcaste un gol en el equipo de tu barrio. Que tú lo sentiste al verme. Porque el destino no existe pero las personas sí.

Que tú un cabrón y que yo una puta. Pero que tú mi cabrón y yo tu puta.
Que nuestros a pesar de ellos.

Las paredes de la habitación llenas de frases que somos nosotros aunque no nos demos cuenta. En lo bueno y en lo malo.
Que lo malo es tan nuestro como lo bueno, que somos culpables de nada y que nunca hemos sido inocentes.

Que te enfadas y me dices cosas para hacerme daño, pero luego mis ojos se hacen ríos y acaba por dolerte más a ti que a mí.

Que tus sábanas fueron mías. Que tu madre lo supo aunque no olieran a mí.
Que mis padres me miraron pero encontraron tus ojos en los míos.
Que nuestra cama es cómoda sólo cuando dormimos juntos.
Que cuando discutimos, Madrid se llena de lluvia para hacernos entrar en razón, para que tire de tu mano o para que tú cojas mi abrigo, y corramos a empaparnos como dos putos críos. Que es lo que somos.

Que yo te digo que ya eres un viejo a pesar de la edad de tu DNI, y que yo soy una niña porque alguna vez dejé de serlo y acabé echándolo de menos.

Que tú eres tú, y que yo soy yo, y que nosotros somos música.

No hay comentarios:

Publicar un comentario